miércoles, 29 de octubre de 2025

 “HOUSTON: TENEMOS UN PROBLEMA”

Houston, we’ve had a problem here” fue la famosa frase con la que el comandante Jim Lovell reportó la emergencia a bordo de la Apolo 13, un 13 de abril de 1970, lo que la convertiría en la primera odisea humana espacial, con final feliz y afortunado.


Esa frase vino a mi mente, al leer la noticia de Bloomberg: “Nubank supera a Petrobras: así queda la lista de empresas más valiosas en América Latina. La compañía, que cotiza en la Bolsa de Nueva York, se consolidó como la segunda firma más grande de la región por valor de mercado, solo superada por Mercadolibre”[1].


Veamos unas pocas cifras:

Nubank fue fundada en 2013 (12 años a hoy) y Mercadolibre en 1999 (26 años a hoy); es decir, son empresas bastante jóvenes.

Petrobras fue fundada en 1953 (72 años a hoy); es decir, es una empresa madura.

Nubank y Mercado Libre no paran de crecer y contratar personal.

La plantilla de personal de Petrobras viene decreciendo severamente en la última década.

Nubank y Mercado Libre son empresas digitales.

Petrobras es una empresa industrial extractiva.


La pregunta es obvia: ¿de quién es el futuro?, ¿del extractivismo clásico o de la era digital? “Houston, we’ve had a problem here” es la respuesta. Nunca en la historia humana habíamos presenciado, en una sola generación, una ruptura tan profunda en la manera de habitar nuestro planeta.


La era digital ya nos está planteando desafíos enormes, es cierto. Especialmente relacionados con la ética y la gobernanza, su impacto en nuestro bienestar y el futuro del trabajo… Yo mismo me siento abrumado al estudiar y reflexionar sobre ellos intensamente a diario. Pero estoy convencido de que mayores problemas enfrentarán los nostálgicos, que se apegan al modelo extractivista (prácticas agropecuarias clásicas, extractivismo, producción de bienes físicos…). “Por primera vez en la historia de la civilización humana, existe una alternativa superior a la extracción. Está surgiendo una serie de tecnologías extraordinarias que tienen el potencial de transformar fundamentalmente todo el sistema de producción”, anotan Arbib y Seba[2].


El modelo extractivista ha agotado sus posibilidades, mientras que la era digital nos ha abierto toda una caja de pandora, ya no con todos los males del mundo, como en el mito griego, sino con todas las oportunidades de futuro, en una especie de Prometeo contemporáneo. Bien vale la pena encarar los nuevos desafíos, con coraje, denuedo y optimismo.


Ramiro Restrepo González

Octubre de 2025

[1]    Rodríguez, C. Nubank supera a Petrobras: así queda la lista de empresas más valiosas en América Latina. Bloomberg: 28 de octubre de 2025. Ver ACÁ.

[2]    Arbib, J. y Sebas, T. Stellar. Marzo de 2025, p. 73. Ver ACÁ.

martes, 21 de octubre de 2025

EL DESPROPÓSITO DE LA SUPERINTELIGENCIA

En medio de un debate absolutamente abierto, y altamente polarizado entre neoluditas y tecnoilusos, resulta difícil ubicarse en posiciones aceptables para las mayorías. Y la afirmación que plantea este titular es una de esas posiciones. En efecto, la tierra prometida de los profetas del transhumanismo[1] (curiosa pero reveladora semejanza con los profetas de las grandes religiones) es lo que ellos denominan la singularidad[2]: el advenimiento de una inteligencia artificial superior a la humana. No obstante, quiero sumar argumentos al debate y tengo al menos tres para sustentar mi posición:

Argumento 1: los diseños de los modelos de IA actuales son más complicados que complejos. Y la inteligencia humana es un sistema más complejo que complicado.

Efectivamente, una sola respuesta promedio de ChatGPT consume la misma energía que una célula viva consume para operar, pero esta produce miles de respuestas por segundo. Y el mejor ejemplo: “El cerebro humano opera con aproximadamente 20 vatios de potencia (lo necesario para producir 1.176 respuestas promedio de ChatGPT), [pero] realizando billones de operaciones por segundo con redes neuronales intrincadas que sobresalen en reconocimiento de patrones, creatividad e inteligencia emocional. Esta eficiencia energética contrasta dramáticamente con los métodos de entrenamiento de IA actuales que demandan enormes recursos computacionales”[3] (paréntesis propio).

Se calcula, por ejemplo, que América Latina tendrá un gasto energético del 5 % de su capacidad, solo en IA, hacia 2030. De hecho, ya EE. UU. y China están implementando opciones extremas, para aliviar el gasto energético de sus centros de datos: o sumergirlos en el océano (China) o enviarlos al espacio (EE. UU.), pues la refrigeración representa su mayor consumo. Y un informe reciente de Naciones Unidas ya aboga por una moratoria en la construcción de centros de datos, argumentando que “Ese crecimiento genera importantes y preocupantes demandas de agua, así como un dramático aumento del consumo de electricidad”[4].

La razón es muy simple: la arquitectura de una célula (del cerebro, de cualquier órgano) es de una gran complejidad, producto de la evolución; y, por lo mismo, de una altísima eficiencia. La arquitectura de la IA es de una complicación ya prácticamente insostenible a largo plazo en opinión de expertos. Un diseño de Torre de Babel, basado en la acumulación obsesiva (y, hasta ahora, abusiva) de datos, que ya está llegando a sus máximos, aparte de su aparatosa estructura. De ahí el insuperable diferencial en eficiencia energética.

Con razón anotaba Sonia Contera, de El País −España−, a propósito de los recientes premios Nobel de Química, Física y Medicina: “Frente a un mundo que tiende a simplificar lo complejo, a reducir la vida a métricas, algoritmos o jerarquías, estos descubrimientos nos recuerdan que el conocimiento verdadero nace de la creatividad, de las grietas del conocimiento y de la cooperación”[5]. Y así lo corroboran muchos expertos en IA: “no será posible superar las limitaciones actuales en IA sin ir más allá de las arquitecturas MLG (modelos de lenguaje grandes)”[6].

Una curiosa encuesta[7] indagaba recientemente a los lectores de literatura científica si era hora de complementar los estándares de la investigación científica, agregándoles, así fuera en un apéndice, “ideas audaces, interpretaciones atrevidas y teorías creativas”, a lo cual, un 82,5 % respondió afirmativamente. ¿Tanto rigor, en la ciencia, puede estar ahogando el nuevo conocimiento?

Argumento 2: los modelos de IA funcionan de manera predictiva, de tal manera que siempre se les escapará el pensamiento complejo o disruptivo, que no se basa en predicciones.

En momentos disruptivos, como el que vivimos, los modelos predictivos son inútiles, porque son simples proyecciones del pasado. Lo que la humanidad requiere hoy es pensamiento complejo y pensamiento disruptivo, que los grandes modelos de lenguaje (MLG) que soportan la actual IA, son sencillamente incapaces de suministrarnos, por su diseño mismo.

Javier Pastor, comentando experimentos llevados a cabo por Apple, con los modelos Claude Thinking, DeepSeek-R1 y o3-mini, concluye rotundamente: “en sus pruebas comprobaron cómo todos estos modelos de razonamiento se acababan estrellando de bruces contra un muro cuando se enfrentaban a problemas complejos”[8].

Sin lugar a dudas, la incursión en el mundo de la inteligencia artificial cuántica llegará a ser un paliativo importante, cuando ocurra. A hoy, sin embargo, no tenemos el primer computador cuántico en servicio. Pero, mientras el modelo siga siendo exclusivamente predictivo, nunca alcanzará el nivel de lo disruptivo y complejo, así sea cuántica su plataforma de funcionamiento.

Argumento 3: la IA pertenece al mundo de la mecánica y la inteligencia humana pertenece al mundo de la biología. Como tal, la IA podrá simular emociones, pero jamás experimentarlas.

El mundo de la mecánica es: a) lineal: causa-efecto; b) binario: on-off; c) predecible: por su encadenamiento lógico de sucesos; y d) simple: todo puede reducirse a sus elementos constitutivos individuales. El mundo de la biología, por el contrario, es: a) circular: circuitos que se retroalimentan continuamente; b) pluriestado: no solo provisto de infinidad de matices, sino de estados simultáneos, muchas veces contradictorios; c) complejo: más que elementos individuales, es la dinámica de sus interacciones lo que hace la diferencia y define su naturaleza; y d) impredecible: ambiguo, volátil e incierto.

Por eso, podemos afirmar sin duda que, para que haya inteligencia, debe haber una biología, que los modelos de IA simplemente no tienen. Haga un experimento doméstico bien simple y lo entenderá al instante: a) pregúntele a su esposa, cuando la vea preocupada: “¿qué te ocurre, mi amor?”; b) la respuesta, con seguridad, será: “Nada…” (y usted, por el tono, entenderá); c) ahora pregúntele a CHATGPT qué significa ese “Nada…”. Sin comentarios. Y ni qué hablar de la sabiduría, para la cual se requiere mucho más que una simple biología. De suerte que la inteligencia artificial no pasará de ser el simulador de vuelo de la inteligencia humana. ¡Buen viaje a los tecnoilusos!

Ramiro Restrepo González

Octubre de 2025


[1]    Puede accederse al Manifiesto Transhumanista ACÁ.

[2]    Puede encontrarse uno de tantísimos referentes ACÁ.

[3]    Díaz, Jesús. Descubren una característica única del ser humano que nos hace superiores a la IA. El Confidencial, España. Junio de 2025. Ver ACÁ.

[4]    Pascual, M. Un informe de la ONU pide una moratoria en la construcción de centros de datos: “Nos hemos embarcado en un suicidio anunciado”. El País, España: octubre 16 de 2025. Ver ACÁ.


[5]    Contera, S. Los Nobel de 2025 celebran la ciencia que no avanza por acumulación, sino por imaginación. El País, España: octubre 9 de 2025. Ver ACÁ.

[6]    Robatsos, M. Los nuevos modelos de IA demuestran que es casi imposible superar la inteligencia humana. El Confidencial, España: agosto 15 de 2025. Ver ACÁ.

[7]    Malekzadeh, M. Add a ‘speculation box’ to research papers. Nature: septiembre 30 de 2025. Ver ACA y ACÁ.

[8]    Pastor, J. Hemos descubierto algo preocupante en los modelos de IA: si el problema es demasiado difícil, se rinden enseguida. Xatata: junio 9 de 2025. Ver ACÁ.

¿EL DESARROLLO SOSTENIBLE NO ES VIABLE HOY?

Aunque la formulo a modo de interrogante, para quien lea este escrito, es mi convicción personal, largamente decantada y documentada. Y simplemente quiero compartirla, con mentes abiertas a cuestionar falsas apariencias.

Mi reiterada constatación empírica me lleva a concluir que hemos hecho una lectura economicista del desarrollo sostenible. O sea: hemos hecho de él “más de lo mismo”. La obsesión central del economicismo dominante es la maximización y concentración de rendimientos. Bajo ese mandato supremo, hemos hecho una lectura selectiva de la sostenibilidad que ya tiene múltiples expresiones documentadas:

Ejemplo 1: hemos privilegiado las iniciativas ambientales, pues son las que mejor imagen y mejor y más rápido retorno de la inversión otorgan, en desmedro de las iniciativas sociales y de gobernanza, que son de retorno lento y resultan menos vistosas. Bien lo expresa Pigem: “Desde hace años se introducen criterios de responsabilidad social y ecológica, pero distan mucho de poder alterar la lógica global del sistema (y a veces se introducen no porque se crea en ellos, sino porque dan buena imagen y resultan rentables)”[1]. La sostenibilidad, embutida a la fuerza, en el viejo traje del economicismo clásico, se desnaturaliza así por completo.

Ejemplo 2: dentro de las iniciativas ambientales, hemos privilegiado aquellas de retorno privado, tales como la eficiencia energética o la economía circular, dejando desatendidas aquellas de retorno público e impacto en el bien común, como la reducción de emisiones o la contaminación ambiental y cultural. Ejemplo dramático de ello es el proceso de negociación sobre el cambio climático, plasmado en las conferencias de las partes (COP). Ya llevamos tres décadas, desde la COP1 en Berlín en el año 1995, y apenas podemos registrar modestísimos avances. Por contra, vemos llenarse cada nueva reunión anual de ejércitos de lobistas bien pagados, encargados de entrabar y hasta corromper las decisiones, actuando a favor de las grandes potencias, que obstinadamente se niegan a renunciar a los excesivos privilegios que han logrado a través de las armas y la dominación geopolítica. El fracaso ha sido rotundo, según las evidencias: la meta de limitar la temperatura media global para 2050 a 1,5 °C por encima de la media preindustrial, ya se incumplió, pues en el año 2024 registramos 1,55 °C por encima de dicho umbral[2]. Más honestas parecerían ser las posiciones negacionistas, encabezadas por el partido republicano de los EE. UU., pues abiertamente niegan el problema y se sustraen a él[3]. Así lo han hecho, con los reiterados retiros de todo compromiso internacional por el clima. Otro doloroso fracaso lo vimos el pasado mes de agosto, cuando 7 potencias hundieron en Ginebra todo intento de concertar un tratado internacional vinculante contra la contaminación por plásticos. Y podría seguir…

Ejemplo 3: además de comprar sellos y certificaciones, igualmente hemos privilegiado la retórica corporativa sobre las evidencias de resultados e impacto. Tres casos concretos a título meramente ilustrativo:

a)  Un riguroso estudio, recientemente publicado por New Climate Institute y Carbon Market Watch[4], sobre las declaraciones ambientales de 50 grandes multinacionales, ha arrojado unos resultados demoledores. Veamos: “Los resultados del CCRM 2025 muestran que ninguna de las […] empresas evaluadas demuestra una estrategia climática de integridad razonable o incluso alta. Solo unas pocas empresas pioneras, como H&M Group, Stellantis y Apple, se evalúan con integridad moderada”. Ninguna con integridad alta. Y ni qué decir de los reportes de sostenibilidad plagados de medias verdades o mentiras desembozadas, como lo reporta el portal de Nature: “La mayoría de las compensaciones de carbono, que permiten a los contaminadores cumplir sus objetivos de reducción de emisiones financiando proyectos climáticos en otros lugares, tienen ‘defectos fatales’ que impiden un progreso urgente, argumenta un grupo de expertos en política ambiental”[5].

b)  El centro de pensamiento Fashion Revolution acaba de publicar su estudio What Fuels Fashion?[6], que estudia 200 marcas milmillonarias, y en el que hace devastadoras revelaciones sobre esta industria, que hoy despliega un gigantesco operativo mercadológico para aparecer como verde, amigable y sostenible. Entre sus hallazgos, uno me impactó: “La transparencia sigue siendo alarmantemente baja, lo que demuestra que la industria sigue dando largas al aumento de las emisiones. El puntaje promedio (de transparencia) de las marcas es de tan solo el 14%, lo que demuestra la poca cantidad de marcas que divulgan planes creíbles para eliminar gradualmente el carbón, electrificar fábricas o expandir las energías renovables”. Señores de la fast fashion: los ciudadanos no somos tontos.

c)  La Comisión Europea ya lo reconocía recientemente con total honestidad, al publicar su exigente nueva regulación sobre greenwashing[7]: “más del 53% de las afirmaciones ambientales son infundadas o imprecisas”. 

De suerte que no soy un pesimista. Me considero un optimista. Pero bien informado. Y, por eso, concluyo con el gran ambientalista colombiano Ernesto Guhl Nannetti: “Yo ya no creo en el desarrollo sostenible. Y no creo por las evidencias… hoy estamos en medio de un capitalismo global que busca maximizar utilidades y acumular más dinero basado en el consumo. Así que simplemente esa idea no funcionó. Basta con ver los indicadores del planeta[8]”.

Seamos sinceros: las duplas conceptuales competitividad-sostenibilidad, extractivismo-regeneratividad, maximización de rendimientos – valor compartido… y todas esas duplas que podrían caracterizar la contraposición entre la concepción economicista del desarrollo y la visión del desarrollo sostenible, sencillamente no son compatibles. O, mejor, son excluyentes: una contradictio in terminis, un oxímoron, si lo prefiere. Intentar aparentar sostenibilidad, pretendiendo mantener el viejo orden, aparte de hipócrita, es una apuesta sencillamente fracasada de antemano.

Nunca será tarde para entender que el desarrollo sostenible no obedece a la lógica de la “maximización y concentración de rendimientos”, sino a la lógica bien diferente de “optimizar la creación de valor compartido”. Los liderazgos vigentes no serán los del cambio definitivamente. Tienen demasiados intereses en juego.

Ramiro Restrepo González

Octubre de 2025


[1]    Pigem, J. La nueva realidad. Del economicismo a la conciencia (sic). Kairós: 2013, p. 29. Información ACÁ.

[2]    Organización Metereológica Mundial. La Organización Meteorológica Mundial confirma que 2024 fue el año más cálido jamás registrado al superar en cerca de 1,55 °C los niveles preindustriales. OMM: enero 10 de 2025. Ver ACÁ.

 [3]    Kennedy, B. y Tyson, A. Cómo ven los republicanos el cambio climático y las cuestiones energéticas. Pew Research Center: marzo 1 de 2024. Ver ACÁ.

[4]    Carbon Market Watch and New Climate Institute. 2025 Corporate Climate Responsibility Report.  Ver ACÁ.

[5]    Macintoch, A. y otros. Carbon credits are failing to help with climate change — here’s why. Nature: octubre 14 de 2025. Ver ACÁ.

[6]    Fashion Revolution. What Fuels Fashion? 2025. Ver ACÁ.

[7]    Ver normativas tales como: la CSRD (Directiva sobre Reportes de Sostenibilidad) y la Directiva (UE) 2024/825 sobre greenwashing, ambas de la Unión Europea.

[8]    Silva, S. “Yo ya no creo en el desarrollo sostenible”. El Espectador: Colombia, junio 10 de 2022. Ver ACÁ.

lunes, 6 de octubre de 2025

TRASPASAR LÍMITES: ¿AVENTURA O IRRESPONSABILIDAD?

La humanidad, en su inherente e irrenunciable afán de trascendencia, ha buscado siempre retarse a sí misma, llevándose a superar todo tipo de límites. En muchos casos, ello la ha conducido a aventuras maravillosas, que nos han abierto infinidad de posibilidades. Los ejemplos abundan: la conquista espacial, la llega a la cima del Everest y a la sima de las Fosas Marianas (los límites geográficos máximos), el desarrollo de medicamentos revolucionarios como la penicilina, los anestésicos y otros. Pero, en muchos otros casos, ese afán de trascendencia la ha conducido a traspasar los límites de la responsabilidad, individual y colectiva. Los ejemplos abundan también: el uso de alucinógenos, la experimentación en organismos vivos, la bomba atómica y muchos otros.

En los tiempos de hoy, vemos nuevos y peligrosos intentos de llevar la experiencia del límite, más allá de todo protocolo de seguridad, es decir, de forma totalmente irresponsable, y con el agravante de que ya se plantean a gran escala. Tres ejemplos resultan ilustrativos:

Primero: la edición genética

Una técnica, entre muchísimas asociadas a la ingeniería biológica (CRISPR o clustered regularly interspaced short palindromic repeats, como se le conoce), que nos conduce a lo que ya denominan como biomejoramiento humano. Esta técnica, que permite modificar la programación genética de un individuo, ofrece gigantescos beneficios potenciales en erradicación temprana, aún en estado fetal, de malformaciones, enfermedades y características no deseables de un ser vivo. Pero también tiene, hoy, todos los riesgos inherentes, aún no suficientemente conocidos y controlados. El médico chino He Jiankui, mediante edición genética, curó en 2018 el VIH congénito en dos gemelas, que aún no habían nacido. Tremenda, pero irresponsable hazaña, que le costó tres años de prisión[1]. ¿Hasta dónde es ético, y por tanto responsable, avanzar en esta ruta? ¿Es legítimo todo lo tecnológicamente posible?, ¿abriremos alegremente la puerta a los nuevos frankesteins?

Segundo: los deportes mejorados

Según reporta el diario digital The Conversation [2], “En mayo de 2026, se celebrarán en Las Vegas los Enhanced Games o Juegos Mejorados. Los atletas competirán en las modalidades de natación (50 m libres, 100 m libres, 50 m mariposa y 100 m mariposa); atletismo (100 m lisos y 110 m vallas) y halterofilia (arrancada y dos tiempos). Lo llamativo de esta cita deportiva es que, desde la organización, se incentiva el uso de sustancias dopantes, amparándose en que los atletas estarán sujetos a un exhaustivo control médico para asegurar su estado de salud y minimizar los riesgos asociados a la utilización de esas sustancias”.

Las autoridades mundiales del deporte ya se han pronunciado abiertamente en contra. Pero estos juegos ocurrirán y sentarán un peligroso precedente. ¿Hasta dónde vamos a llevar la metáfora del crecimiento, de la maximización de rendimientos, que ha sido el santo grial del modelo económico vigente, ya claramente obsoleto y en decadencia? Al biomejoramiento humano, sueño transhumanista, ahora le agregamos un nuevo desvarío, algo así como inventarnos el fracking en humanos.

Sentido de aventura, sí. Capacidad de soñar, incluso en utopías, sí. Coraje y osadía para explorar más allá de nuestras estrechas fronteras, sí. Pero, por favor, no perdamos el sentido de nuestra pequeñez y fragilidad; y, sobre todo, no perdamos el sentido de nuestra naturaleza esencial, que es el que siempre marcará los límites de todo emprendimiento humano.

Tercero: la guerra “inteligente”

El mejor laboratorio de desarrollo tecnológico, en la historia de la humanidad, ha sido la guerra. No gratuitamente: la tecnología ha sido un medio de dominación (de la naturaleza y de otros) al servicio del poder, cuyos equilibrios se dirimen en las guerras.

Y ese laboratorio está traspasando nuevas fronteras en la guerra entre Rusia y Ucrania. Así lo reportaba el medio digital Xatata[3]: “La escena tuvo lugar hace pocas semanas y fue un hecho sin precedentes en la historia militar. Las fuerzas ucranianas anunciaron que habían logrado capturar a soldados rusos sin emplear infantería humana” (subrayados propios). Es decir, drones equipados con inteligencia artificial habían definido, organizado y ejecutado la operación, de manera totalmente autónoma.

Esta guerra marca un punto de inflexión en la historia bélica. Las armas autónomas empiezan a hacer casi innecesarios a soldados y comandantes. Ahora serán simples artefactos tecnológicos los que tomarán decisiones de vida o muerte, captura o liberación de los propios seres humanos.

¿Cuáles son los protocolos de verificación y seguridad que nos asegurarán que tales decisiones autónomas estén alineadas con la ética humana? (si es que se puede hablar de ética en un campo de batalla). Por ejemplo: ¿quién nos asegura que se respetará el derecho internacional humanitario en una guerra autónoma? La pregunta se torna dramática, cuando vemos múltiples señales del precario desarrollo que la inteligencia artificial ofrece aún, a pesar de tanto tecnófilo que pulula en la opinión pública. Por ejemplo, recientemente el Center for AI Safety de la Unión Europea nos reportó (agosto, 2025) que la tasa de alucinación de ChatGPT-4.0 era del 15,8 %, aparte de un preocupante panorama de riesgos, cada vez más evidentes[4]. La amenaza de que una potencia tecnológica (pública o privada) paralice totalmente un país, dejando inoperativa toda su infraestructura (bancaria, de salud, gubernamental, informativa, aérea, logística…) está sencillamente a la vuelta de la esquina. Recientemente, por ejemplo, el avión que transportaba a la presidente de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, debió aterrizar de emergencia por un sabotaje ruso a su sistema de GPS[5]; y ya varios aeropuertos europeos han debido cerrar operaciones en varios episodios de invasión de drones autónomos, presumiblemente de procedencia rusa.

RamiroR.

Octubre de 2025


[1]    https://pmc.ncbi.nlm.nih.gov/articles/PMC6724388/.

[2]    https://theconversation.com/los-juegos-del-dopaje-libre-las-vegas-acogera-en-2026-la-cita-mas-  peligrosa-de-la-historia-del-deporte-261696.

[3]    https://www.xataka.com/magnet/cada-vez-hay-soldados-guerra-ucrania-no-hacen-falta-maquinas-se-coordinan-deciden-cuando-atacar

[4]    https://safe.ai/ai-risk.

[5]    https://cnnespanol.cnn.com/2025/09/01/mundo/avion-von-der-leyen-presunta-interferencia-rusa-trax.

NO AL MALTRATO ANIMAL

Según el diario digital INFOBAE[1], “El 4 de septiembre de 2025, el alto tribunal (la Corte Constitucional) dejó en firme la Ley 2385 de 2024, conocida como la Ley No Más Olé, que prohíbe las corridas de toros en el país (Colombia); y, además, ordenó la restricción total de las cabalgatas, los toros coleados, las corralejas y las peleas de gallos”. Posteriormente, la misma Corte aclararía la restricción a las cabalgatas, sin incluir su prohibición, pero manteniendo su estricta reglamentación. Sensatas decisiones, que se dilataron varios años, ante la presión judicial de los negociantes del espectáculo en el país.

No soy taurófilo ni antitaurino, como lo expresé en este mismo blog hace unos años. Pero me parecen saludables las decisiones de la Corte. Del lado antitaurino, cito mi anterior escrito, para evidenciar el origen real de esta práctica: “el ser humano es un animal ritual y simbólico, necesitado y capaz de construir experiencias estéticas significativas aún desde la tragedia y, por supuesto, desde la muerte misma −quizás para exorcizarla− y que así lo ha hecho a lo largo de toda la historia, en campos bien diversos a los mismos ruedos. O ¿qué decir del Guernica de Picasso, de La Balsa de Gericault, de La Pietá de Miguel Ángel?”.

Y del lado antitaurino, cito este otro aparte del mismo escrito: “el ser humano tiene la capacidad de sublimarse y abstraerse hasta habitar plenamente lo simbólico y que esa es la esencia más íntima de su trashumancia por la vida. Que, en virtud de tal, por lo tanto, a la estética asociada a la fiesta brava le espera un estadio de desarrollo en el que podrá y llegará a disfrutarse plenamente sin púas, sin burla y sin estoque”.

Y, aunque me decanto finalmente por esta segunda opción: un espectáculo taurino digno del siglo XXI y sacado por fin de la terrible edad sacrificial de la civilización humana, los señores del espectáculo (taurino o gallístico) nunca han encontrado esa vía aceptable. Sus primitivas mentes no se los permitirán, para infortunio de ellos mismos.

RamiroR.

Octubre de 2025

[1]    https://www.infobae.com/colombia/2025/09/04/no-habra-mas-corridas-de-toros-la-corte-   constitucional-ratifico-decision-de-restringir-practicas-violentas-con-animales/

 

¿Y LA CALIDAD HUMANA, LA CALIDAD DE VIDA Y LA CALIDAD ÉTICA?

Completamos ya un siglo hablando de CALIDAD. Desde el básico control de calidad, hasta los actuales modelos de excelencia en la gestión (ver, por ejemplo, el modelo NEIG[1], un excelente modelo de gestión, liderado por la Corporación Colombiana de la Calidad, quizás el mejor que conozco). En la siguiente gráfica, el lector podrá recorrer, de un solo golpe de vista, la historia de la calidad.


De acuerdo. Ha sido una historia tachonada de logros y avances. Y así estoy seguro que seguirá siendo. Con una sola observación quizás: en momentos disruptivos, como el que vivimos, el mejoramiento deja de tener vigencia y cede su paso a la innovación. En contravia, he visto organizaciones tan apegadas a sus modelos de gestión (procesos, protocolos, indicadores, requisitos, estándares…) que más parecen momias egipcias organizacionales: inamovibles, burocratizadas, rígidas y esclerotizadas. No les espera un buen final.

Pero mi pregunta va en otra dirección: ¿y la calidad humana, la calidad de vida y la calidad ética dónde han quedado en el campo de la gestión de organizaciones? Brillan sencillamente por su ausencia, excepto la hueca retórica de todos los tiempos. Pero poco o nada de marcos de actuación, de legislación y estándares susceptibles de verificación y evidencia. Además, con carácter vinculante. Todo ha venido quedando en el campo de la volátil buena voluntad. Mucho me temo que estos tiempos del voluntarismo y el buenagentismo están por terminar. Es curioso observar el inveterado desequilibrio de nuestra sociedad: casi toda la normativa social, y buena parte de la ambiental, es voluntaria, mientras que casi toda la normativa económica es vinculante, es decir, de obligatorio cumplimiento. Son tiempos ya caducos.

Y esto pone en el foco el sensible concepto de la libertad de empresa. Libertad, sí; pero ahora hablaremos de libertad responsable. Es decir, libertad con límites. Y esto no parece ser del gusto de muchos, por lo que el cambio no será posible sin presión externa. Así se lo plantea Joseph Stiglitz, premio nobel de economía, en reciente entrevista: “Si pudiera cambiar la conversación sobre lo que los republicanos llaman libertad —hacer lo que uno quiera sin importar las consecuencias—…”[2], confiesa con cierta desesperanza. Detrás de esta desesperanza está una larga historia de abusos y corrupción corporativa, que de tanto en tanto estalla en titulares en los medios. ¿Nos hemos preguntado cuántos abusos se han cometido en nombre de la libertad?

Pero detrás de esa desesperanza se esconde otra realidad más silenciosa, que pasa desapercibida para el ciudadano medio, a pesar del altísimo costo social y ambiental que significa. Se trata de lo que los economistas denominan hace rato como externalización de costos. Algo tan elemental como aquellos costos (sociales, económicos y ambientales) que los empresarios eluden, trasladándolos, o bien al cliente, o bien a la comunidad. Ejemplos muy simples de ello: a) contaminamos las aguas en nuestros procesos productivos, pero las devolvemos a la red pública sin tratarlas, para que la sociedad se haga cargo de recuperarlas; b) invadimos los espacios públicos con publicidad que, muchas veces, está plagada de estereotipos, sesgos culturales y mensajes adictivos…, sin preocuparnos de su impacto cultural negativo, lo que ya los expertos denominan nuestro brain footprint, que es tal vez la contaminación más perversa que conozco.

Conclusión:

No, la libertad no puede seguir obedeciendo al ideal trumpista republicano. La libertad hay que ejercerla dentro de límites, y esos límites son hoy más perentorios que nunca, dada la policrisis social y planetaria que hemos causado por precisamente excederlos sistemáticamente a lo largo ya de centurias. Nuestro modelo económico y nuestro contrato social vigentes urgen reformas de fondo en esta dirección. Tendremos entonces más calidad de vida que nivel de vida, más calidad humana que calidad tecnocrática y más ética que retórica.

RamiroR.

Octubre de 2025


[1]    Premio Nacional a la Excelencia y la Innovación en la Gestión. Ver ACÁ.

[2]    Herrera-Beaumont, E. «Tenemos ahora una oligarquía destruyendo las reglas del juego». Ethic, España.           Septiembre 8 de 2025. Ver ACÁ.

 

lunes, 22 de septiembre de 2025

¿ES LA COMPETITIVIDAD UN CONCEPTO OBSOLETO?

En octubre de 2013 publiqué, en la primera etapa de este blog, una nota titulada El PIB es una medida obsoleta del desarrollo. Esta es, digamos, su segundo capítulo. Tengo la firme convicción de que ambos conceptos son económica, social y políticamente obsoletos. Ya la comunidad mundial está dando muestras de entenderlo y ha empezado así a diseñar una nueva medida del desarrollo, para remplazar el PIB. Pero el concepto de competitividad sigue ahí, inalterado, regulando la lógica real de los negocios, la política pública y el flujo mundial de capitales. Entiendo que sea difícil entender y, sobre todo, aceptar la transición. Buscaré aportar argumentos, dirigidos a personas sensatas y dispuestas. Ya sabemos, como lo decía Al Gore (Una verdad incómoda), que es muy difícil hacer que alguien entienda algo, cuando su salario depende de no entenderlo.

Despejemos primero el terreno o, mejor, los miedos. Esta obsolescencia no significa que las empresas, ahora, deban renunciar a tener una visión poderosa de su futuro, una dinámica viva y renovada de sus procesos y estrategias, una disposición a estarse reinventando para responder a los retos de cada momento… No significa, seamos rotundos, renunciar a crear cada vez más valor para sus stakeholders, entre ellos, sus accionistas.

Pero seamos también claros: todo eso también puede lograrse con otra visión de los negocios, con otras estrategias y prácticas. Es decir, más que renunciar al qué de los negocios, se trata de ampliar esos qués y buscar nuevos cómos, para expresarlo de la manera más pedagógica. Y esos nuevos qués y cómos tienen hoy un nuevo nombre: sostenibilidad.

Pero la sostenibilidad no es un agregado a la competitividad; no es un retoque cosmético a esta. En absoluto. Es una manera radicalmente diferente de entender y conducir las organizaciones y los negocios. Y mucho me temo que no lo hemos entendido en su verdadera profundidad. Por eso, todo el discurso de sostenibilidad que hoy escuchamos en boca de los hombres de negocios es pura palabrería para la tribuna, discurso hueco sin un correlato real. Social o green washing lo denominan ya. Tan crudo como eso. Porque no han entendido. Tan simple como eso. Veamos un esquema, que nos puede ayudar, sobre lo que entiendo por competitividad versus lo que entiendo por sostenibilidad.

La gráfica siguiente ilustra doce variables de negocios, con su significado en un mundo y su significado en el otro. El lector llegará fácilmente a una primera conclusión: se trata de significados incompatibles: o se busca el uno o se busca el otro, pero no resulta posible conjugarlos sin desnaturalizarlos, que es lo que hace la chapucera literatura gerencial de supermercado actualmente.

Entendamos que la competitividad ancla su esencia en la maximización de rendimientos, como premisa fundacional. Y esa premisa es la que subyace a toda política pública vigente actualmente, expresada globalmente en el modelo de desarrollo vigente. He ahí, en esa máxima fundacional y en ese modelo económico, las causas fundamentales de la policrisis social y planetaria que nuestra sociedad global confronta hoy. A eso conducen esa máxima y ese modelo. Como bien lo expresara Manfred Max-Neef: El mundo en ruta de colisión[1].


El modelo de competitividad, de maximización de rendimientos, aparte de la policrisis social y planetaria que ya está produciendo, nos ha introducido en lo que ya el filósofo surcoreano Byung Chul-Han bautizó como La sociedad del cansancio, de la cual son rasgos distintivos el burnout crónico, “la gran renuncia” y otros síntomas sociales que ya percibimos globalmente.

La coyuntura que vive nuestra sociedad global contemporánea no es simple. Estamos ante la mayor encrucijada que hayamos enfrentado colectivamente en centurias. Pero con las mismas características: es una coyuntura cuyo trámite será turbulento, no exento de violencia y acompañado de fuertes luchas políticas. Pero lo que sí es claro es que el modelo economicista de la era industrial ha agotado sus posibilidades y ya está resultando más dañino que benéfico. En parte se desmoronará por sus propias lógicas, pero en parte deberá ser demolido, en un tránsito complejo que nos espera en estas próximas décadas.

 

Ramiro Restrepo González

Septiembre de 2025



[1]    Max-Neef, M. El mundo en ruta de colisión. Conferencia dictada en la Universidad Internacional de Sevilla: diciembre de 2009. Ver ACÁ en video y ACÁ en texto.

POR QUÉ LA TECNOLOGÍA NO SERÁ LA SOLUCIÓN

El imberbe oligarca del capitalismo digital, Sam Altman, acaba de declarar: “¿Dios existe? Hay algo que la física no puede explicar y la IA lo va a resolver”[1]. No me sorprendió, dada la fuente. Pero jamás había escuchado una sandez de semejantes proporciones. A eso hemos llegado: a creer, a pie juntillas, que la tecnología resolverá todos los problemas existentes y por venir. Es el más puro ilusionismo tecnológico, que silenciosamente se ha venido instalando en nuestra cultura.

No. La tecnología no nos va a resolver todos los problemas. Por supuesto que nos ayudará a resolver una infinidad maravillosa e incalculable de ellos. Pero dos asuntos debemos tener claros:

1.    No todos los problemas son sujetos de una solución de tipo tecnológico. Y no lo son, por la sencilla razón de que su naturaleza no es instrumental sino ética, axiológica u ontológica; pertenecen a la noósfera (en el sentido teilhardiano).

2.    La tecnología puede llegar a crearnos más problemas de los que nos resuelva. Por otra sencilla razón: porque la tecnología no es neutral y su efectividad (eficacia y eficiencia) dependerá siempre de quién la gobierna. El ejemplo más clásico es la energía nuclear: nos condujo, tanto a la construcción de centrales y terapias nucleares, como a la construcción y uso de las armas nucleares. ¿Paz o guerra? Quienes gobiernan la tecnología lo han decidido y lo seguirán haciendo.

Puedo ofrecer innumerables argumentos empíricos para evidenciar estas simples afirmaciones que el ilusionismo tecnológico nos oculta esmeradamente. Me limitaré, por razones de espacio, a cinco argumentos.

Argumento 1:

La tecnología de control de tráfico (cámaras, radares…). La más simple. Efectivamente nos penaliza diversas conductas: exceder la velocidad permitida, no usar el cinturón de seguridad, circular en días y horarios restringidos, etc. Pero, frente a esta tecnología, cada conductor tiene también a su disposición sencillas aplicaciones (gracias a la misma tecnología) que le advierten anticipadamente la presencia de tales controles de circulación. Y, frente a ello, desarrolla dos tipos de mirada y conducta:

a)    La del conductor responsable, que verá en dichas advertencias un oportuno y útil recordatorio periódico sobre las condiciones de conducción seguras y, en tal sentido, se ajustará a ellas en la totalidad de sus recorridos.

b)    La del conductor irresponsable (definición: irresponsable es un estúpido cuya nula capacidad de pensamiento le hace creerse inteligente), que adecuará su conducción a condiciones seguras solo cuando escucha la advertencia y por una motivación meramente utilitarista: evitar una multa. En el resto del recorrido, conducirá fuera de toda norma sin preocuparse.

Argumento 2: 

La edición genética.  Ya está aquí, de la mano de la tecnología CRISPR-Cas9. Y llegó con promesas de todo tipo: desde curar todo tipo de enfermedades congénitas o potenciales, antes aún de que se desarrollen (desde el vientre materno, incluso), hasta diseñar organismos vivos según requerimientos. Sin lugar a dudas, un horizonte de fantasía, que nos pone a soñar con el alargamiento de la vida saludable hasta horizontes impensables antes. Ya, con razón, los transhumanistas empiezan a hablar del advenimiento de la inmortalidad. Y dos miradas empiezan a perfilarse:

a)    La que yo denominaría mirada profiláctica, es decir, aquella movida y enfocada en el objetivo de preservar de la enfermedad o, lo que es lo mismo pero mejor, de promover la salud de los organismos vivos.

b)    Y la que denomino mirada frankesteiniana, es decir, aquella movida y enfocada en el objetivo de mejorar desmedidamente al ser humano, sobrepasando todo límite de responsabilidad científica, en un ejercicio de ambición abiertamente desmedida.

Argumento 3:

El metaverso. Desarrollado a partir de las tecnologías de realidad aumentada (AR) y la realidad (VR), es esa especie de mundo paralelo en el que se nos invitará a instalarnos, a falta de otro planeta mejor en el cual vivir (este ya casi logramos destruirlo). Cuando su realidad se haya asentado en la vida cuotidiana de millones de ciudadanos, veremos con seguridad dos visiones bien diferentes al respecto:

a)    De un lado, ejércitos de adictos, desconectados de la realidad y de las relaciones personales; quizás los mismos ejércitos de las actuales redes sociales que ya no interactuarán horas y horas con ellas, sino que se internarán inmersivamente en sus laberintos. Tendrán mascotas virtuales, se enamorarán de uno u otro avatar, harán el amor y elaborarán sus duelos en realidad aumentada. Algo así como los zombies de la era digital.

b)    De otro lado, miles de personas para quienes el metaverso será solo un laboratorio más, para modelar experimentos, extraer datos, intercambiar información, consolidar transacciones... Pero solo eso, una poderosa herramienta más, para usos específicos. En estos pocos miles de seres humanos, primará la sensatez de una vida real, con sentido y libertad.

Argumento 4:

La Inteligencia de las Cosas (IoT). Ya empezamos a vernos rodeados de cosas "inteligentes" que, además de realizar tareas específicas de manera semiautónoma, aprendiendo a mejorarlas cada vez, se comunican entre sí y con nosotros. Pronto, nuestra oficina y nuestro hogar nos recibirán, al entrar en ellos, con un soberbio parloteo, que continuará a través de nuestro "celular”, cuando salgamos nuevamente de ellos. Se habrá completado así, quizás, el proceso de deslocalización total de la vida. Frente a este panorama asombroso, tendremos igualmente dos versiones de cultura:

a)    La del dolce far niente, en su máxima refinación imaginable: una segunda ola de la sociedad de consumo, que nos rodeará de más y más abalorios “inteligentes” con el único propósito de que nos releven de infinidad de tareas, que encontramos fatigantes. Caeremos así en la total inactividad, para dedicarnos a buenas playas, desenfrenados jolgorios, largos viajes… Habremos confundido ocio con diversión y habremos entrado en la sociedad del hartazgo. Será la tendencia mayoritaria.

b)    La del ocio creativo: aquellas cosas en las que seguramente pensaba Wilde, cuando escribió La importancia de no hacer nada. Quizás el retorno a lo que nos hace verdaderamente humanos: la noble tarea del pensar, desplegada en infinidad de iniciativas, para las que antes quizás solo unos pocos tenían tiempo disponible. Dejaremos así atrás esa “época en la que las gentes son tan laboriosas que se han vuelto rematadamente estúpidas” (Wilde, op. cit.). Cuando ello ocurra, podremos recuperar más fácilmente el sentido del hacer, la sacralidad de lo cuotidiano y será la sociedad de la creatividad plena, una “era de luz y libertad” la llaman Arbib y Seba[2].

Argumento 5:

Los agentes de IA. Los nuevos “ciudadanos”. Esas complicadas infraestructuras de software y hardware, capaces de realizar autónomamente tareas complejas sin supervisión humana. Algo así como Diella, la nueva ministra argelina, una IA agéntica, que ha sido puesta como la responsable de toda la contratación pública del país, en una curiosa apuesta anticorrupción del gobernante partido socialista. Aparte de dilemas ya planteados en las 4 tecnologías ya reseñadas, tendremos igualmente dos visiones:

a)    La tecnooptimista o tecnoilusa, tan de moda actualmente: asumir que todos los problemas, incluida la corrupción (caso Argelia), los resolveremos con agentes de IA y demás tecnologías, en la arcadia del metaverso.

b)    La visión tecnopragmática, tan escasa hoy: entender que problemas como la corrupción no se resuelven con tecnología, sino con gobernanza. Que la tecnología, por prometedora que sea, y actualmente lo es en grado sumo, solo será un medio, al servicio de unos fines que solo el ser humano puede definir y gobernar.

En conclusión:

Agreguemos antes que todas las anteriores tecnologías se potenciarán ad infinitum, no solo por el desarrollo natural sino por el advenimiento de la computación cuántica, a la vuelta de una o dos décadas.

Pero, por encima de cualquier consideración, pretender humanizar la tecnología seguirá siendo tan estúpido como la socorrida costumbre de humanizar nuestras mascotas. No. La tecnología pertenece al mundo de las cosas. Es y será tarea de los seres humanos hacer de ella un manejo humano, es decir, con sentido, al servicio de fines nobles, en función del bien común. Y esta tarea es y será indelegable. El problema es que estos propósitos no serán posibles con personas “rematadamente estúpidas”, como las llamara Wilde. Y, a juzgar por las palabras del señor Altman al inicio, es el tipo de personas que tenemos al frente de la gobernanza global de la tecnología.

Ramiro Restrepo González

Septiembre de 2025

[1]    Figueroa R, Diana V. Sam Altman, CEO de ChatGPT: ‘¿Dios existe? Hay algo que la física no puede explicar y la IA va a resolver’. El Tiempo, Colombia: septiembre 15-25.

[2]    Arbib, J. y Seba, T. Rethinking Humanity. Junio de 2020, ACÁ y ACÁ.